Aun habiéndose desarrollado un método científico de captación e interpretación sensorial, esta misma condición sensorial determina que la cata sea siempre una experiencia personal, cuyas herramientas verdaderamente útiles son los sentidos, que se han de potenciar mediante entrenamiento.
Las peculiaridades de la cata han contribuido a mitificar la figura del catador. Se trata de una tarea compleja y delicada que requiere aplicar los sentidos con sensibilidad. Pero la cata no es técnica reservada a unos pocos elegidos. Cualquiera puede probar y apreciar las cualidades de un buen vino, pues con sólo llevarlo a los labios sus sentidos entran en acción y perciben estímulos que activan un conjunto de sensaciones. A partir de aquí, basta con uno que desarrolle sus cinco sentidos y aprenda, con ayuda de una técnica de cata, a reconocer y dar nombre a las sensaciones para convertirse en catador. La precisión que logre depende en gran parte de las aptitudes naturales y del talento individual, como en cualquier actividad.